EUROPA
PRESS
3 marzo
2024
Trucos
para querer más a nuestro cuerpo porque ¡debemos hacerlo!
Un estudio publicado en 'The Lancet Psychiatry' ponía de
manifiesto que la insatisfacción corporal se relaciona con mayor riesgo de
depresión en jóvenes, siendo necesaria la implementación de intervenciones
desde la infancia para evitar problemas de salud mental con la llegada de la
adolescencia en este sentido.
Denisa Praje es psicóloga
especializada en trastornos de la conducta alimentaria desde una perspectiva contextual,
conductual y feminista y acaba de publicar 'Tu cuerpo es para vivir' (Montena), una guía para la aceptación corporal, y por la
que le entrevistamos en Infosalus.
Denuncia que no sólo las mujeres tenemos pensamientos y
emociones desagradables relacionadas con el cuerpo, sino que también las tienen
los hombres, pero la insatisfacción corporal dice que es
"significativamente mayor" en las féminas, y pone el ejemplo de la
anorexia o de la bulimia nerviosa, donde el 90% de pacientes son mujeres, unos
"problemas psicológicos que se mantienen por una insatisfacción
corporal".
"Las mujeres recibimos mayores presiones estéticas o
mayores juicios a nuestro cuerpo. Incluso el aprendizaje de lo que supone ser
mujer en nuestra sociedad está muy relacionado con nuestra imagen personal y
con la belleza, con darle mucha importancia al hecho de que haya una
sobrevaloración del cuerpo", considera esta psicóloga.
Nuestro cuerpo es para vivir
A su juicio, esto es fruto principalmente de que vivimos en
una sociedad con culto al cuerpo, y éste se asocia con frecuencia al cariño con
los demás, a la aceptación del resto. "Si no asumiéramos que una persona
con un cuerpo más canónico tiene más éxito en la vida; si no se colocase el
cuerpo en un lugar tan importante seguramente no estaríamos tan insatisfechas
con él porque lo entenderíamos como algo que nos permite vivir",
manifiesta Praje.
Por eso, defiende que el objetivo del libro, pero también de
nuestra vida, debe ser entender que "nuestro cuerpo es para vivir y no para
estar al servicio de los demás y de las presiones estéticas". Dice que
desde pequeños podemos aprender esa insatisfacción corporal, y quizá en la
adolescencia es un periodo donde se puede hacer esto más evidente porque es el
momento en el que nuestro cuerpo cambia.
"Estos pensamientos se van forjando desde que somos
seres verbales, en el momento en el que aprendemos a entender qué significan
las cosas. Ya desde pequeños quizás escuchamos qué implica ser fea, o ser
gorda, o cuando alguien en el colegio te rechaza porque te dice que llevas
gafas", señala.
Lamenta, de hecho, que incluso en las películas infantiles
se retratan a las princesas y el aspecto de los villanos de una manera
determinada, lo que, a su vez, genera aprendizajes que pueden dar lugar a una
insatisfacción personal cuando la persona se aleja de esos cánones o aprende
que es importante el acercarse a esos cánones y a tener miedo a engordar,
porque se relaciona la gordura con lo feo, con el rechazo social, o con la
falta de salud.
Aquí esta psicóloga sostiene que se pueden aprender nuevas
asociaciones que sean incompatibles con lo anterior, es decir, que yo puedo
aprender que 'engordar es algo terrible', que obviamente no estaría bien, pero
también el que 'soy más que un cuerpo y no por engordar necesariamente tengo
que dejar de hacer la vida que quiero vivir'. "Se pueden aprender nuevas
perspectivas que nos ayuden a tener una mejor relación con nuestro
cuerpo", afirma.
Cómo los padres pueden ayudar a sus hijos
Con todo ello, remarca Denisa Praje
que los padres representan una variable más que influye en la insatisfacción
corporal, y son los modelos principales con los que aprender qué esperar del
mundo y qué opina el mundo de nuestro cuerpo.
"Los padres, por ejemplo, pueden evitar hacer comentarios
sobre el cuerpo, tanto para bien como para mal, cuando se le dice a alguien
'qué guapa que has adelgazado', aunque sea un comentario bienintencionado la
persona aprende que cuando hago cosas para adelgazar soy más aceptada",
advierte.
Por supuesto aconseja evitar hacer comentarios negativos
sobre el cuerpo de sus hijos, y también el hacer comentarios negativos sobre su
propio cuerpo y el de los otros porque también aprendemos a relacionarnos con
nuestro cuerpo por lo que vemos de los demás: "Si mis padres hablan mal
del cuerpo de otra persona, yo sé que no debo acercarme al cuerpo de esa
persona porque tiene ciertas cualidades que llevan al rechazo de otros".
Así, insiste Praje en quitar el
cuerpo del centro del todo y en halagar a los hijos con más cualidades que
vayan más allá del cuerpo, como la inteligencia, la creatividad, la amabilidad,
lo buen amigo que sea; con poner el foco sobre otras cosas importantes.
Cuidado con el deporte
"Hay que tener cuidado con nuestra relación con el
deporte porque no hay que entenderlo como una forma de encontrar un cuerpo
perfecto o que éste se haga exclusivamente para cambiar el cuerpo. Sólo esto
puede llevar a mala relación con él, a obsesiones, a una mala relación con la
comida, a compensar lo que se coma, se puede correr el riesgo de entrar en
bucle", indica.
A veces, tal y como considera esta experta, el deporte
también desplaza a otras actividades importantes para la persona, o se puede
entender como un castigo y no como una actividad de disfrute y de bienestar;
"y todo esto puede ser factor de riesgo para desarrollar problemas con el
cuerpo y con la alimentación".
Pautas para tener una mejor relación con nuestro cuerpo
Principalmente esta psicóloga recomienda concebirnos más que
un cuerpo, mantener siempre un diálogo amable con respecto a nuestro cuerpo;
realizar actividades a pesar de nuestra insatisfacción corporal, no dejar de
hacer cosas que para nosotros sean importantes. También encontrar un punto
medio entre evitar mirar nuestro cuerpo y chequear constantemente cómo se ve
nuestro cuerpo.
En último lugar habla de comer de forma flexible o el 'flexifooding', que consiste en otro movimiento para llevar
a cabo comportamientos con la comida que se adapten a los cambios en el entorno
y tengan en consideración muchos criterios a la hora de comer, más allá de los
propiamente nutricionales, es decir, comportamientos que sean beneficiosos
respecto a la comida en el largo plazo y no sólo se tenga en cuenta el criterio
nutricional sino otros psicológicos, sociales, de rutina, de momento vital de
la persona, de manera que ésta que sea más flexible, más moldeable, y que no
responda a un comportamiento rígido.
"Por ejemplo, el tener planeado que esta noche voy a
comer verduras asadas con pollo, pero si viene mi hermana desde una ciudad muy
lejana y hace mucho que no la veo, y para mí es importante pasar tiempo con
ella y me invita a cenar, el ser flexible y adaptarme a un nuevo cambio porque
también es importante para mí esto y no sólo el mantener una alimentación
equilibrada a nivel nutricional", concluye Denisa Praje.